miércoles, 22 de octubre de 2008

Crecen las prácticas de santería en Venezuela


Puede que les guste o puede que no. Pueden estar de acuerdo y reivindicar su espiritualidad o estar en contra y renegar de su primitivismo y del sacrificio de animales. Lo que nadie niega, ni el cardenal Jorge Urosa ni el último de sus fieles, es que la santería está viviendo un auge sin precedentes en Venezuela.

Es un fenómeno que sobre todo se concentra en algunas ciudades como Coro, Puerto Cabello y La Guaira. Y Caracas, claro. En la capital las tiendas de santería ya pasan de 150, cuando hace cinco años no eran ni la mitad, y cada vez es más común escuchar a vecinos quejándose porque un nuevo elemento ha pasado a formar parte de su cotidianidad: cajas abandonadas con animales muertos. El padre Otty Ossa Aristizábal, autor del libro Sectas y Juventud alerta incluso sobre el hecho de que el número de babalaos (máximos representantes de la santería) dobla al de curas católicos: 2.400 contra 5.000.

El organizador del Festival Internacional de Tradiciones Afroamericanas (y quien prefiere que su nombre no sea publicado) dice que esa cifra se queda corta: "Nadie lleva la cuenta, yo hablo por lo que veo en los festivales (ya van seis) y en las iniciaciones de fin de semana, y te aseguro que la santería es la práctica religiosa que más ha crecido en Venezuela, la que tiene mayor auge. ¿5.000 babalaos? Somos muchos más".

Para muchos resulta tramposo comparar el número de sacerdotes católicos con el de babalaos. El padre Rafael Troconis, autor del libro La santería: un desafío a la fe, explica que la gente que acude a una parroquia es infinitamente más numerosa que la que consulta a un babalao, por los que las comparaciones no son reales. Él también, sin embargo, concede que la práctica de la santería ha crecido muchísimo.

Incompatibilidad con la fe cristiana

Aunque muchos santeros se proclaman católicos y cristianos, el cardenal Jorge Urosa deja claro que ambas religiones son incompatibles: "Quiero mandar este mensaje a los católicos de buena fe que están inmersos en el mundo de la santería: el catolicismo profesa la creencia en un solo Dios, nosotros los católicos no podemos dar culto a otros dioses. Quienes creen lo contrario es porque están confundidos, son víctimas de una concepción débil de lo que es el cristianismo". Y afirma que la santería es una religión primitiva que deforma la vida de las personas, pues ni la felicidad ni la salvación pueden buscarse fuera del único Dios verdadero.

Previsiblemente, los santeros no están de acuerdo. El babalao José Saba, por ejemplo, cuenta que él fue monaguillo y que nunca ha dejado de ser cristiano. Recuerda también que cuando una persona sale del cuarto de los santos (uno de los requisitos para recibir a alguno de estos santos) lo primero que hace es dirigirse a una iglesia. Y mientras el padre Troconis denuncia que la santería no tiene ninguna exigencia moral, Saba también lo desdice en este punto: "Si antes de ser santero caminaba derecho, ahora tengo que caminar más derecho. El santo premia pero también reprende, esto no es una coraza".

Pero incluso algunos babalaos están más de acuerdo con Troconis que con Saba. Salvador Xiqués, por ejemplo, un babalao cubano con más de 30 años de experiencia, piensa que la santería se ha mercantilizado y por lo tanto prostituido: "Este mundo está lleno de irrespetuosos, de inmorales. Antes había que ser un hombre de bien para ser santero, ahora lo son muchos delincuentes". Si toda la trama del universo fue meticulosamente tejida por ese "único Dios verdadero" del que habla el cardenal, entonces también la santería, que goza de un lugar en esa trama, tendría una razón de ser.

Nadie puede entender lo atrozmente enigmática que es la justicia divina, pero Urosa igual lo intenta: "La santería nos plantea el reto de acercarnos con mayor impacto a las comunidades". El ímpetu dormido del catolicismo podría así, santeros mediante, despertar de nuevo.

Líder yoruba: la santería es una estafa y una mafia

Más de quince años viviendo en las entrañas del monstruo le dan autoridad y peso a sus palabras: "La santería aquí en Venezuela está dirigida por estafadores que se aprovechan de la ignorancia de los más pobres". Pablo Antonio Acosta, quien solicitó declarar a El Universal luego de la publicación del trabajo anterior, es el presidente de la Fundación Internacional para la Divulgación y Promoción de la Cultura Yoruba (registrada desde hace dos años en la Dirección de Cultos del Ministerio del Interior) y formó parte de ese mundo de la santería cubana, que es la que predomina en el país, hasta que hace 2 años decidió viajar al sur de Nigeria, a la cuna de la cultura yoruba (ilé ife), declarada patrimonio intangible de la humanidad por la Unesco hace tres años.

Como en una iluminación, allí se dio cuenta de que durante más de quince años lo habían estafado. Todas las prácticas santeras se habían desvirtuado desde ese viaje obligatorio que hace casi dos siglos emprendieron los esclavos yoruba desde su tierra madre hasta Cuba. La persecución de la que fueron objeto hizo que en el continente americano se gestara un sincretismo entre santería, catolicismo y otras prácticas que terminó degenerando esta cultura. Porque eso es una de las primeras cosas que aclara Acosta: la santería es una cultura, no una religión, y allí los rezos no tienen ninguna validez.

Así como tampoco la tienen las prácticas de la santería criolla: ni el vestirse de blanco por un año ni raparse la cabeza ni los golpes a que someten a los iniciados ni el sacrificio exagerado de animales: "Eso es un horror, aquí se sacrifican hasta cuarenta animales por santo y los tiran a las orillas de las playas o en los ríos, generando todo un problema ecológico". Y así como en innumerables foros internacionales han solicitado a la Unesco que intervenga porque han desvirtuado las raíces de una cultura milenaria en aras del mercantilismo y la vulgar estafa ("ponerse" un santo puede estar por el orden de los 40 millones), ahora también pide al Gobierno, a la Comisión de Cultura de la AN y a la División de Cultos del Ministerio del Interior y Justicia, que legislen sobre esta materia.

"Yo soy babalao porque estudié, pasé por todas las etapas y tengo mi título de sacerdote mayor de la universidad Obafemi, de Nigeria, y certificado por la embajada nigeriana en Venezuela, pero aquí cualquier delincuente sin formación se dice babalao, este mundo está desvirtuado, se ha convertido en una mafia", dice, con tristeza.

Fuente: Info-RIES nº 102 (15/10/08).

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